18 nov 2008

Cronicas de una traidora. cap 2: El legado de los Demonios

En el capitulo anterior:

- Si, es verdad, a solo ocho meses de ser ninja me convertí en Kyosho
- Pero yo nunca fui a la academia como ustedes. Es más, nunca me imaginé que sería una ninja

- Te llamé porque tengo una misión para ti. Pero no para tu equipo
- ¿Cuándo comienza la misión?
- Pero el momento mañana.

El sonido los condujo sin que se dieran cuenta al barrio Heian. Pero antes de que pudieran hacer algo el grito volvió y esta vez fue tan agudo que solo Hadda pudo oírlo y fue aturdida. La chica se tapó instintivamente los oídos con las manos, pero el sonido fue tan poderoso que se desmayó. Afortunadamente su padre logró alcanzarla y cayó en sus brazos.

Cáp. 2: El legado de los demonios.

Hadda podía escuchar frecuencias que los humanos normales no, por eso se había desmayado. En realidad Kazuo sabía que todos los que poseían sangre Heian tenían esa cualidad.
Cuando una joven Kamakura tuvo un hijo con un demonio cuervo llamado Heian, el híbrido perfeccionó el Kekkei Genkai[1] de su madre y creó el Clan Heian. El chico creó el Jigokume y gracias a los poderes de su padre que había heredado y los del demonio del fuego -que había obtenido al hacer un pacto con éste- el joven Heian había creado técnicas únicas, que solo sus descendientes podrían usar. Pero sus sucesores se mezclaron con otros humanos, haciendo que la sangre Heian perdiera fuerzas.
Todo cambió cuando la historia volvió a repetirse. Una joven Heian, cansada de los secretos del Clan, se casó con un extranjero que era de una especie extraña de seres de fuego. Su hijo, poseedor del Kekkei Genkai de su madre no se dio cuenta de que había vuelto a despertar la pureza original de la sangre Heian, que perduraría hasta llegar a su bisnieta, Jaina Potter, la cual descubrió esta pureza de sangre y retomó las técnicas del joven híbrido Heian.
Kazuo, mientras recordaba la historia del Clan, llevaba a Hadda al hospital de la Aldea, quizás ahí podrían hacer algo, sino debería recurrir a la quinta Hikokuo.

Mientras tanto, en la mente de Hadda -un oscuro y amplio lugar donde reinaba una neblina extraña y el completo silencio- ella caminaba tranquilamente, observando el entristecedor paisaje. De repente sintió pasos a su espalda y una suave mano que la tomaba del hombro, luego una voz masculina dijo:
- Hadda, ¿estás bien?
Se dio vuelta, un hombre de treinta y seis años de profundos ojos negros y cabello negro azabache, vestido con una túnica negra con bordes rojos la miraba seriamente. Como siempre, Shusei llevaba en su brazo su bandana negra del Fuego tachada y en su frente, otra negra con una nube, símbolo de que había abandonado la Aldea y se había unido a una poderosa organización de ninjas asesinos.
- Shusei-san, hace mucho que no te veía.
- Es verdad y por eso vine.
Hadda sabía que ese “vine” no era literal, sino que se refería a que se había contactado mentalmente con ella.
- ¿Me contactaste solo porque hacía mucho que no nos veíamos?
- No seas estúpida, eso no es motivo para vernos- Hadda suspiró, ella quería mucho a Shusei, pero a veces le daba la sensación de que a él sólo le importaba el poder que ella poseía; Shusei era muy frío, parecía no tener emociones, pero una de las personas más poderosas y protectoras que Hadda había conocido jamás- lo que sí es motivo suficiente es el hecho de que estás olvidando quien eres en verdad.
- ¿De qué hablas?
- No te hagas la tonta, se que hace mucho tiempo que no usas tu Jigokume, y más aún tu Oniroku Jigokume.
- Pero para que querría usarlo, soy una Kyosho a cargo de un equipo deshi, cumplo misiones simples, no tengo necesidad de usarlo.
- Una Heian nunca debe olvidar que es una Heian.
- Pero no soy una Heian... soy una Gintama- excusó ella.
- Eres una Gintama solo porque tu padre es un Gintama. Recuerda el origen de tu sangre, recuerda tu legado.
- Es difícil olvidar que eres descendiente de engreídos farsantes.
- No me refiero a la actitud de quienes eran mi... familia- Shusei hizo una mueca de asco al pronunciar la palabra “familia”, no por nada los había acecinado a todos-. Me refiero al legado de sangre, recuerda que eres superior a los demás ninjas- hizo una pequeña pausa- somos superiores a los demás humanos.
- Pero no hace falta usar el Oniroku Jigokume para demostrar que somos superiores... podemos usar técnicas que otros no, podemos usar las técnicas de nuestros oponentes en su contra y...
- Deja de poner excusas, todo eso que dices no sería posible sin el Jigokume.
- ¡¡No estoy poniendo excusas!!- Shusei retrocedió, Hadda era la única persona capaz de enfrentarlo de esa forma- Solo estoy diciendo que no hace falta tener el Jigokume permanentemente activado para demostrar que somos superiores... ha, y por cierto, recuerda que no estoy de acuerdo con eso que dices...
- Si... hace catorce años que me dices que los Heian no somos superiores.
- Es que no lo somos... nuestra sangre perdió mucha de su pureza original, por eso...
- Por eso el Jigokume solo se presenta en algunos miembros y el Oniroku Jigokume solo en los más poderosos, lo se. Pero por eso mismo he venido, para recordarte que no eres una simple Heian, eres una Potter. Tu sangre es más pura que la de los Heian, es más pura que la de Ikkyo e incluso más pura que la mía.
- Pero es más...- Hadda vaciló- impura que la de mi madre.
- Jaina la sirena guerrera, Kazuo el ninja copia... esos son tus padres- dijo Shusei sin prestar atención a lo que había dicho la chica- leyendas, leyendas ninjas... tú también puedes ser una leyenda- Shusei paseó su mirada por el desolado paisaje de la mente de Hadda, terminando con la mirada fija en los ojos de ella-. Ojos cristalinos... ojos de demonio... los ojos, eso fue lo que convirtió a tus padres en leyenda, sus ojos...- se le acercó y le acarició suavemente la cara- tus ojos pueden convertirte en leyenda también...
- ¿Y si yo no quiero convertirme en una leyenda como tú dices?
- Pero es tu destino. Los Kamakura son una leyenda, Nou Heian es una leyenda, los Heian lo son; tus padres, tu primo, Ikkyo y yo, todos somos leyendas. Tú también lo serás, algún día, aunque no quieras, puedo asegurártelo.
Hadda lo miró a los ojos, sabía que lo que él decía era verdad, pero no quería convertirse en leyenda como él decía, ella quería ser normal, por una vez en su vida quería tener una vida normal y lo estaba consiguiendo. Sus ojos, como Shusei decía, le había dado ventajas, pero también le había dado muchos problemas. A veces aborrecía tener esos malditos ojos rojos, esos ojos demoníacos, sangrientos, llenos de Aura; temidos, envidiados, codiciados...
- ¡Odio tener estos ojos!- gritó de repente, tapándose la cara con las manos.
- No digas tonterías- la retó Shusei, le apartó las manos y la acercó contra su cuerpo, luego le dijo al oído- son parte de lo que eres... nunca olvides quien eres, nunca intentes esconder quien eres... porque siempre será inútil.


De repente despertó, estaba acostada en una cama del hospital de la Aldea del Fuego, su padre leía su habitual libro verde sentado a su lado. Apenas levantó la vista cuando Hadda despertó. Miró por la ventana, era de noche. Le dolía la cabeza, un poco por la conversación con Shusei y otro poco por el sonido que la había aturdido, que por cierto aún retumbaba en su mente.
- ¿Papá?- el hombre levantó la vista en forma de respuesta- ¿Descubriste de donde venía el grito?
- No era un grito, pero aún así no descubrí su origen.
- ¿Qué crees que haya sido?
- No lo se y tampoco me imagino a alguien o algo produciéndolo.
- Oh- bajó la mirada y calló por un momento. Comenzaba a perderse en el infinito cuando recordó algo-. Papá, ¿porque no te desmayaste cómo yo?
- Porque lo que te desmayó fue un sonido demasiado agudo para mí.
- Un infrasonido... oh, claro, yo puedo oír esas frecuencias y otros humanos normales no...- suspiró profundo- otro legado de los malditos demonios cuervo.
- Hadda...
- ¡¡Ahora me vas a decir que no lo llame malditos!!
- No, iba a decirte que es verdad que eran demonios malvados, pero les debes tu vida, les debes lo que eres, y lo sabes.
- Sí, lo se.



Próximo Cáp.: La amenaza.




[1] Kekkei Genkai: Del japonés. Línea sucesoria o rasgo sanguíneo hereditario.

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