Capítulo 1
Mis labios se posaron suavemente en los suyos, mis manos aferraron suave pero posesivamente su cintura, sus delicadas manos sujetaban dulcemente los bordes de mi traje negro. En un momento que me pareció una eternidad, sus músculos, que estaban tensos, se aflojaron. Sus deliciosos labios se acostumbraron a los míos y me aceptaron. Fue entonces cuando una oleada de su exquisito perfume llegó a mí y me inundó, haciendo que mi mente flotara y que me olvidara completamente del infinito abismo que siempre creí que nos separaba. Separé un poco mis labios y lentamente fui deslizando mi lengua, abriendo poco a poco su delicada boca. Para mi sorpresa, su respuesta fue inmediata y positiva: sus labios se abrieron, y mi lengua se abrió paso como una serpiente entrando en su refugio. Pronto encontré la suya y ambas comenzaron a danzar vivazmente. Mis brazos la empujaron más hacia mí y sus manos estrujaron más mi saco
Sentí como su respiración se incrementaba velozmente, al igual que la mía y que los latidos de mi corazón. Aparté su rostro del mío por unos segundos, para poder mirarla a los ojos. Sus ojos, esos preciosos, brillantes y misteriosos ojos verde esmeralda me miraban y sentí que por lo menos esa vez, ella era mía, toda mía.
- Harris…- murmuró tímidamente.
-Shh…- la silencié yo- hoy no somos Harris y Mead, Sarah, hoy somos simplemente tu y yo, yo y tu, Marvin y Sarah, solo eso- le dije, también en susurros, antes de volver a besarla.
Esta vez sus manos estaban en mi nuca. Yo la llevaba una cabeza de altura, por lo que ella estaba parada de puntitas. Su cuerpo se pegó al mío y pude sentir el volumen de sus pechos contra el mío. Su corazón latía a mil por hora, y no era para menos, estaba besándose con migo; yo, un hombre diez años mayor que ella, que tenía un hijo de la mitad de su edad y que por si fuera poco, debía ver casi todos los días en su trabajo… ¿Cómo podía estar pasando esto? Yo tampoco lo entendía, pero aún así, sabía y estaba conciente de que era real, tan real como que el sol sale todas las mañanas…
Sentí como su respiración se incrementaba velozmente, al igual que la mía y que los latidos de mi corazón. Aparté su rostro del mío por unos segundos, para poder mirarla a los ojos. Sus ojos, esos preciosos, brillantes y misteriosos ojos verde esmeralda me miraban y sentí que por lo menos esa vez, ella era mía, toda mía.
- Harris…- murmuró tímidamente.
-Shh…- la silencié yo- hoy no somos Harris y Mead, Sarah, hoy somos simplemente tu y yo, yo y tu, Marvin y Sarah, solo eso- le dije, también en susurros, antes de volver a besarla.
Esta vez sus manos estaban en mi nuca. Yo la llevaba una cabeza de altura, por lo que ella estaba parada de puntitas. Su cuerpo se pegó al mío y pude sentir el volumen de sus pechos contra el mío. Su corazón latía a mil por hora, y no era para menos, estaba besándose con migo; yo, un hombre diez años mayor que ella, que tenía un hijo de la mitad de su edad y que por si fuera poco, debía ver casi todos los días en su trabajo… ¿Cómo podía estar pasando esto? Yo tampoco lo entendía, pero aún así, sabía y estaba conciente de que era real, tan real como que el sol sale todas las mañanas…
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